En la pequeña casa en las afueras de Carapeguá, a unos 70 kilómetros al suroeste de Asunción, el traqueteo de los telares no cesa. En los últimos días, desde antes de amanecer y hasta que la oscuridad de la noche ya no permite ver, doña Acela Ramona Bogado, de 49 años, hilvana uno tras otro posavasos de algodón multicolores para cumplir con un pedido muy especial.
Con paciencia y esmero, Acela y su marido transforman textiles desechados en los accesorios sobre los que se apoyarán botellas de
"Trabajamos mucho para cumplir nuestro compromiso. Hacemos casi 100 posavasos por día", explica Acela en el patio de su vivienda, donde recibió a Journey. Sin dejar ni un momento de zurcir retazos, la artesana señala que compra el material que emplea a un vecino que se dedica a recolectar tejidos desechados para su reventa.
Ganas de trabajar y un microcrédito
A la sombra de una palmera, con la tijera en una mano y el ovillo de retazos en la otra, la artesana conversa sin dejar de recortar jirones de diferentes colores. Acela, que comenzó a tejer a los 13 años, hace poco tiempo recibió un microcrédito de la Fundación Paraguaya, que desde hace 29 años ayuda con sus préstamos y capacitaciones a mujeres que buscan emprender un negocio para sostener a su familia.
Esta experta del arte de la confección es capaz de producir con su telar artesanal -creado con troncos de árbol, maderas recicladas, alambres, porciones de viejas sábanas y sobre todo, mucha maña- un hermoso posavasos cada cinco minutos.
Doña Acela suele vender sus productos a amigos, vecinos y familiares. Por eso, el encargo de
Más allá del dinero que le generará la producción, la ambición de Acela tiene que ver con que quienes reciban los posavasos valoren su esfuerzo. "Hacemos mucho sacrificio para fabricar estos productos, y me gustaría que puedan apreciar el valor de nuestro trabajo ", concluye.
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